18.2.07

Desde los amantes de Valardo a los grandes poetas


Tarde, como a todo en la vida, pero me pareció muy fuera de onda dejar pasar una fecha tan particular sin echarle al menos algunas palabritas, ya sean flores o flechas. Simplemente no pude aguantarme, así como el miércoles 14 no pude aguantarme las ganas de tocar el timbre de una casa cerca de mi trabajo y pedirle a la dueña que me regalara “una de esas flores tan lindas que tiene ahí y no sé cómo se llaman, porque si a mi novia le regalo una de esas trilladísimas rosas que se venden en cada esquina, creo que me va a mirar mal por el resto del mes”. La señora se rió mucho de mí y también la destinataria del regalo, pero a ambas les parecí un loco tierno. Y entonces el regalo no sólo es un regalo, sino la aventura que está dispuesto a vivir un caballero andante por darle a su dama algo diferente. Ja! Aprendan del maestro!

Si bien, con respecto al amor soy un gran cínico (y para colmo terminé relacionado con alguien tan o más cínica que yo), y odio el 14 de febrero, y todas las publicidades empalagosas repletas de corazones, Cupidos y demás parafernalia febrerística, no puedo dejar de reconocer que algo hay, que existe, como las brujas… Aunque no creo en ellas, de que las hay las hay.

Y el título de esta entrada del blog surge a partir de dos artículos muy interesantes que leí en el Correo Semanal -el suplemento cultural del Diario Última Hora de Paraguay-. Uno de ellos, el más cortito y que leí primero, llevaba por título y por tema a los Amantes de Valardo. Los dos esqueletos de más de seis mil años de antigüedad encontrados por arqueólogos en una excavación en Italia. Los restos yertos de dos jóvenes de otros tiempos que emergieron abrazados de las profundidades del tiempo y el olvido. Y les transcribo una partecita de las palabras de Eulo García, el autor del artículo: “Un abrazo infinito que no conoce de tiempos ni de arrebatos. Un abrazo eterno que olvida a la vida y desprecia a la muerte. Un abrazo tierno y lúgubre de dos esqueletos que alguna vez fueron jóvenes”. ¿Cuántas historias no podríamos nosotros ajustar a ese abrazo eterno e infinito?

Y el segundo artículo, perteneciente a Ana Strahm, titulado “Contemplaciones del corazón” hizo un lindo pero nada cursi recorrido a través de nuestros grandes maestros del amor, para llegar, al final, al amor mismo. Y dice: “Hemos aprendido el amor (o el desamor) de nuestros padres. Luego, en los cuentos de hadas siempre idealizados, los libros, las telenovelas (de donde internalizamos clichés y estereotipos), y luego, indefectiblemente empezamos a experimentarlo, a gozarlo, a sufrirlo en carne propia”. Y recuerda entre otros a García Márquez y su Amor en tiempos de cólera; a Scarlet O’Hara, la famosísima y trágica heroína de Lo que el viento se llevó; a Neruda y Matilde Urrutia: a Erich Fromm, quien consideró que amar es un arte; a Octavio Paz, a Sábato y su Resistencia, a Gabriela Mistral y su amor en la desgracia. Y cuántos otros más podría cada uno recordar. Pero la autora concluye: “Cada ser humano debe ir descubriéndolo, dulce, feliz, dolorosa, intensa y terriblemente día a día. No queda otra. Más que convertirse en piedra”.

Entonces… sí.
Ni siquiera yo me siento en posición de poder negarlo. Como tampoco puedo negar a los extraterrestres o a los fantasmas. Habrá seres humanos privilegiados que se darán el lujo de codearse con algunos de estos particulares entes, otros, habrán de vivir su vida en la cotidianeidad y en lo cotidiano habrán de encontrar el modo de ser felices, que a fin de cuentas es lo que todos queremos. No creo que sea necesario ser abducido por un alien, medio morir de miedo por haber visto un fantasma, ni vivir una historia de amor de tragedia griega o shakesperiana para decir que hemos vivido intensamente. Yo, personalmente, me conformo con ver una estrella fugaz y fantasear que es un ovni, o con una fotografía antigua devolviéndome la mirada desde alguna pared del cementerio. Y especialmente con que alguien me susurre al oído un cuento de Isabel Allende o algunas retorcidas líneas de Rayuela, en la calidez de una habitación cerrada, entre el algodón suave de las sábanas.

Hablando en serio, las mejores cosas de la vida no podemos comprobarlas.
Y no merecen ser negadas, desde ningún punto de vista. Ni siquiera por los cínicos y escépticos más recalcitrantes.

Saludos Felinos.

3 comentarios:

Otilio Herrera dijo...

¡Asombroso! Lo digo por la fotografía, es realmente hermoso ese "abrazo infinito". (o al menos lo que podríamos interpretar de lo que vemos)

Así es, yo creo que a final de cuentas cada uno ha vivido su propia tragedia griega o su muy personal versión de lo que Sheakaspeare pudo escribir. A cada uno se nos da según lo que podemos soportar -de eso estoy convencido- así que, como tú has dicho, hemos vivido intensamente.

No podemos negar el amor... tal vez lo demás sean sólo precisiones :D

Un abrazo fraterno, querido Tigre

Lia dijo...

No podemos negar el amor...

Creo que estoy de acuerdo, no podemos negar las mejores cosas de la vida... ni los incredulos.

Dichosos quiénes, como tú, encontrarón esa persona capaz de leerte entre susurros retorcidas lineas... de cuquier pasaje de la vida.

Te dejo un fragmento de una bellisima canción:

"No importa que digan que esta trillado, hablar de amor que maldigan si no han probado, la noche en sus brazos de sol"

Nota: ... escibe mas gatito... deja de ser adulto responsable todo el tiempo

Acho dijo...

Tus deseos son órdenes Lía. He ahí arriba un post en el cual hago una larga queja precisamente del hecho de tener que ser adulto responsable.

Y Gracias a los dos por pasar por estos parajes desiertos y dejar sus comentarios.

Abrazos Felinos.