8.5.06

El extraño que habita la casa abandonada


Hay cosas agradables y simples en la vida. Una de ellas es que alguien le regale a uno imágenes o palabras que sirvan para azuzar todavía más la ya de por sí briosa imaginación.

Entré un poco tarde a la clase y ahí estaba el profesor explicando la etimología de la palabra “Ética”. Y entre las explicaciones alabó la sabiduría de los antiguos griegos, cuyo vocablo “ethos” significa ‘conducta’, ‘carácter’ y a la vez ‘morada’. “Vean la importancia”, decía el profe, “nuestro carácter es nuestra casa”. “Y esta casa puede ser de muchas maneras: con techo, sin techo, fría, ordenada, un desastre…”. En cuanto a mí, creo haber ya dejado en claro mi tipo de casa con anterioridad.

Esas palabras bastaron para que, aún cuando mis ojos permanecieran fijos en lo blanco de la pizarra, yo me encontrara lejos, muy lejos de esos apuntes de clase que hacía segundos estaba tomando. Yo caminaba veloz, casi corriendo de repente, hacia la casa abandonada tan querida, y, algunas veces, también temida. No lo sabía aún, pero tenía una cita.

Cuando llegué al portón de entrada, no pude evitar dejarme seducir por su belleza: desde la entrada, la casa, era todo lo que había deseado alguna vez en la vida. Un profundo jardín prácticamente invadía los costados de un delgado sendero de prolijos adoquines. Había flores, árboles, arbustos y también mucha maleza. Aún así, desde afuera lucía como un paraíso.

Debo confesar que fue un poco complicado entrar. Las cerraduras del portón estaban algo oxidadas por la aparente falta de uso. Cuando por fin lo logré, anduve despacio por el sendero, admirando el hondo bosque que amenazaba con tragárselo, como quien se asombra ante una gran catedral. En el fondo estaba la casa, casi un castillo. Con sus ventanas desvencijadas y sus vidrios rotos, con un par de puntiagudas torres mayormente destechadas.

Atravesé el zaguán con pasos crujientes por la vieja madera y las hojas de otoño. Empujé la puerta, que estaba entreabierta y era muy pesada, de una madera oscura y algo desgastada. Una vez adentro, percibí el olor a frío y a cerrado. Los grandes ventanales estaban muy sucios, pero la luz se colaba en gruesos rayos a través de las roturas. El sonido de mis pisadas resonaba en todo el espacio vacío. En lo alto de la escalera principal, se recortaba una figura que era más como una sombra. Parecía haber estado esperándome. Yo, en mi interior, sentí una ansiedad como de primera cita, consciente de que también lo estaba buscando. La figura se volteó y desapareció por uno de los pasillos. Yo apuré el paso por las escaleras y corrí hasta donde la luz se escapaba apenas de una estancia. Abrí la puerta, todo el suelo estaba cubierto de un desorden de papeles. Frente a la ventana, un sofá me daba la espalda. Sobre el apoyabrazos una pálida mano golpeteaba apenas los dedos. Me acerqué con cautela, temiendo ponerme frente a la figura, temiendo y sabiendo a la vez lo que iría a encontrar. En su regazo sostenía una máscara veneciana. Yo lo miraba sorprendido, él, impávido.

“Moro”, “Moro, Ignacio”, una compañera de clases estaba llamando la lista. “¡Eh!, ¡presente!”, respondí, de regreso a la realidad. Un poco más allá, el profesor seguía una discusión con algunos alumnos que continuaban quejándose de la posmodernidad. “Se ha perdido esa costumbre del momento de reflexión, del encuentro con uno mismo”, les decía el profesor. “Hay que recuperarlo”, concluyó.

Sí, hay que recuperarlo. Ya les contaré cuando vuelva a visitar al extraño que habita la casa abandonada.

Saludos.
Acho.


PS: La imagen pertenece a una de mis páginas web favoritas, abandoned-places.com. Fue tomada en el Castillo de Mesen. Visítenlo, vale la pena.
http://users.pandora.be/a-p/mesen.htm

PS2: Nada es nuevo en la vida. Si quieren leer un buen cuento sobre un encuentro con uno mismo, personalmente les recomiendo a Borges, con su cuento "El Otro".

3 comentarios:

Otilio Herrera dijo...

Carambas, dejas a uno picado, Monseñor


pero está bien, así espera uno por saber qué onda con el extraño, es acaso tu yo furuto, un habitante del pasado... o algo así.

bueno, bueno... digamos para incrementar el ego (que espero ya necesite su propio apartado postal) que esperamos con gusto la siguiente parte... tu siguiente encuentro

Acho dijo...

Buenas don Oti!

Creo que por ahora, con este blog y el foro, mi ego se encuentra momentáneamente satisfecho jajaja. Ya veremos que quiere después, dice que lo del apartado postal es considerable jajaja.

El segundo encuentro no tardará en llegar jajaja. Ya todos tendrán oportunidad de conocer al extraño...

Saludos Felinos!

Anónimo dijo...

Claro, si este fulano que no brilla por su inteligencia precisamente y responde al sobrenombre de "Tigre Blanco" se decidiera a trabajar como se debe, ya me habrían conocido, y verían que soy más interesante que él. O mejor dicho: verían que yo soy su parte interesante.

"En lo alto de la escalera principal, se recortaba una figura que era más como una sombra."

Una figura que ES una sombra.

Firma:
El extraño que habita la casa abandonada.