16.4.06

Conocer al Tigre en tres pasos

Guía para un viaje "tigre adentro"


Cuando tenía mis 17 años, como todo adolescente y más aún, como adolescente aspirante a escritor, era un dramático incurable. Las tragedias que golpeaban las vidas de los sufridos griegos, allá por los tiempos en que sus dioses caminaban todavía entre ellos, eran totalmente insignificantes, en comparación con las cosas que ocurrían en mi fuero interno. Mis desgracias eran directamente proporcionales al tamaño de mi ego. Bastante ilustrativo, ¿verdad?

Y en esta época hormonal y bipolar, llegó mi primera novia. Mucho antes tuve “amiguitas” por ahí, ya no era ningún neófito en ciertas cuestiones principalmente físicas, pero sí lo era en la complicadísima tarea de relacionarme sentimentalmente con otra persona. Y yo, que siempre fui un cachorro de tigre feliz de vivir en lo más oscuro de su cueva, de repente tenía que salir. Salir para mostrarme y salir para ver a la otra persona. Ambas cosas me parecían muy difíciles.

Era un tira y afloje constante que a veces se expresaba en palabras, y otras en silencios. Bueno, de ella eran las palabras, míos los silencios. Y no había forma de que nos entendiéramos, cada uno concentrado en sus respectivos requerimientos, incapaz de ceder a los pedidos del otro. Y nunca me olvido de ese cuento tan repleto de desilusión que escribí cuando cortamos, apenas cuatro meses después de la noche en que nos dijimos que nos queríamos, por primera vez.

El relato se titulaba “El viaje”, y cristalizaba esa especie de puñalada que recibió, a consecuencia de esta relación, mi ideal de “verdadera comunicación entre dos personas”. Yo me quise mostrar a ella en todo el esplendor de mi oscuridad. Le quise revelar esas rarezas que me constituían, esas reflexiones medio sacadas de contexto, todo eso que yo atesoraba con más cariño. Y a ella le bastaba con ser la novia de ese chico atractivo del curso superior, de quien tanto hablaba con sus compañeras. Quería que yo le dijera “te quiero” unas veinte veces al día, que fuéramos al cine, al shopping y a las fiestas, las consabidas satisfacciones físicas… y nada más. Y yo también quería cosas como esas, pero además tenía un gran universo negro adentro que bullía por revelarse. E imprudentemente se lo quise mostrar.


Primer paso: El camino.

Pienso que existe un camino base que recorrer en todas las relaciones. Sería prácticamente una autopista bien asfaltada y organizada. Quien más quien menos sabe como manejarse en esta parte de la vía, es prácticamente tan convencional como el encabezado de una carta. Seguimos ciertos pasos y ya estamos encaminados. A veces no faltan choques y roces, pero generalmente, nada que lamentar.
Pero de repente, casi sin darse uno cuenta, se pasa a un camino de tierra. Ahí ya hace falta ser un conductor más diestro. Recorrer senderos que nos lleven “tierra adentro” nunca es fácil, abundan las sorpresas a lo largo del mismo. Sería la segunda etapa del conocimiento de la otra persona. Ya pasamos lo superficial y constante, y empiezan a mostrarse las joyas y el barro. Actitudes que nos gustan, y también mañas y manías. Momento de sacar las uñas. Muchas parejas se quedan en esta etapa, se casan y llegan así hasta la meta última de sus vidas. Pero hay algunos desubicados que quieren avanzar todavía más.
Y se encuentran con que ya no hay siquiera camino de tierra. Hay que dejar el auto y bajarse a caminar. Es agotador y muchas veces infructuoso. Y cada vez es peor, porque el camino tiende a adentrarse en lo profundo de un denso bosque que amenaza con no revelarnos la salida.


Segundo paso: La casa recubierta de hiedra.

¡Mas el camino lleva a algún lado! Genial. Hay una casa en un claro del bosque, hecha de piedra fría y recubierta con la hiedra del abandono, con muebles y utensilios que son recuerdos de algún pasado, heredado o adquirido. Hay que ser educados e invitar a pasar. Claro que el polvo acumulado no causa una muy buena impresión y el huésped empieza a pensar que debe existir una buena razón por la cual el lugar no es muy frecuentado. Y por supuesto que la hay: en este caso no son muchos los llamados y son aún menos los elegidos. El dueño de casa es muy selectivo con sus invitados. Lástima que esto sea también un permiso de entrada a la dejadez.


Tercer paso: El gato negro y el ciprés.

¡Pero existen otros seres vivos en medio de tanto abandono! Un ronroneador gato negro, con alma de brujo y necesitado de cariño. Y un ciprés en la entrada, con sus pies de árbol en la tierra, pero que aún así mira las estrellas y sueña con irse a vivir con ellas. Los representantes de un injustificado rechazo a lo que vive escondido y no terminamos de entender, y de una oculta tristeza nacida de sueños que temen no ser cumplidos.


A esta pobre chica, mi primera novia, la llevé sin anestesia por estos tres pasos. Por supuesto, el resultado de la excursión fue catastrófico. Ella huyó despavorida y yo quedé bastante dolorido. Y todo podría resumirse en el comentario que, estando en la cantina del colegio, mi amiga oyó de sus propios labios y luego me lo volvió a transmitir. Dice que una de sus compañeras le preguntó a mi ex “¿Por qué cortaste con Ignacio?”. Y la respuesta fue “Ay, es muy lindo y todo lo que quieras, pero está bastante loquito”.


Saludos desde algún lugar del camino.
Acho.


PS: La pintura, ni falta hace que les aclare, es del genial Vincent Van Gogh: "Road with cypress and star". Si quieren ver obras de Van Gogh, pongan "Van Gogh" en Google y les van a llover las opciones jejeje. Hay mucho de lindo para ver.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El diablo sabe más por viejo que por diablo...

Lo que sentimos cada uno es tan personal.. pero al leer cosas como tu cuento es imposible no sentirse identificados...

Recuerdos...
Ese día... entraste sin más.. sin permiso ni lógica... formaste parte de mi mundo...
Mi bosque sigue ahi... el paso de los años no modificó el entorno... las mismas rosas... el mismo puente que fue testigo de tantas noches de luna llena contigo...
Pero algo cambió... ya no estás... y solo eso queda...

YO.

Lia dijo...

¡Ay gatito!, a cualquier fémina adolescente le asustan los gatos negros y los viejos árboles con aire de soledad y cuando esa combinación se mezcla contigo.... a mi me parecería muy interesante, pero con la debida anestesia como dices tu.
Ya en plano de mayor seriedad: tu analogía me parece muy, muy buena, bastante atinada, muy sabia para venir de un joven de apenas 17 años y genial por venir de hombre. A tu sistema de infraestructura viseral (si me permites) le falto añadir la complicación de los interminables baches que existen en cada uno de los tres tramos, y el desconcierto que causa saber que aunque se transite el mismo camino niños y niñas lo andamos a paso diferente y con distintos ojos.... las cuestiones del amor suelen ser tan complicadas y sencillas... complicadas por el indispensable requisito de conocer a la otra persona y sencillas por la naturaleza del sentimiento. Decía un buen amigo que para el amor era como "una mezcla de todos los sentimientos... y en extremo!

Nota al 25 de abril: El comentario lo escribí la semana pasada, pero por las condenadas prisas y el despiste que me caracteriza en lugar de publicarlo me lo mande al mail de google, esta inconcluso pero ahora ya no estoy inspirada y ya no seria feliz al terminarlo, pero tampoco quiero que te pienses que no te leo (siendo que yo te sonsaque).. así que con la venia Acho.

Acho dijo...

Gracias YO, Gracias Lía, por sus palabras.

YO: mucha pasión en tus palabras, me alegra que hayas podido identificarte. De verdad me gustan los símbolos que elegiste: el bosque, las rosas, el puente. Pensando un poco, hay mucha y bella simbología detrás de estas palabras.
Y es cierto, algunos pasan y no nos queda más que sus huellas. Pero, de seguro, alguien más vendrá. Entonces, las rosas volverán a mostrar sus mejores galas.

Lía: que no te haga sentir obligada el haber sido vos quien me metió en la cabeza la idea de hacer públicas mis trivialidades ególatras. Responde solo cuando tus ganas así te lo indiquen.
Agradezco tus palabras, siempre amigas de mi ego.
En el cuento figuraban los baches, pero como lo que publiqué fue una especie de resumen esquemático, ya me los olvidé por ahí. Pero el desconcierto sí que no lo tuve en cuenta. Aún hoy, con un lustro más de vida que cuando escribí el cuento, no siempre caigo en la cuenta de esa diferencia de visión entre "niños y niñas", menos aún lo habría hecho a los 17 años. Definitivamente las chicas tienen una visión más amplia. Tu comentario lo prueba.
Y por mi propia experiencia aprendí que mi ciprés y mi gato asustan a la mayoría de las niñas. Por eso hoy en día el bosque se ha vuelto mucho más tupido y llegar hasta el árbol y el negro felino es casi imposible.

Saludos Tigrescos!

Acho